Pasos Perdidos
Planes para el pasado
Páginas: 192
Año: 2018
ISBN: 978-84-946593-5-5
PVP: 16,90 €
Formato: 14 x 22 cm

Planes para el pasado

Fernando Sánchez Pintado

Planes para el pasado es la voz de una mujer, el diálogo que mantiene consigo misma para reconocerse y escapar de lo que ha vivido. La voz de una víctima que quiere actuar como verdugo, que anhela cambiar su vida y no puede apartarse del pasado. Una mujer humillada que a veces desea la venganza y otras espera el olvido, que se rebela y luego renuncia. Una mujer que ha perdido lo único que amó y piensa que, en realidad, nunca lo tuvo.

Escribe diarios de su pasado, avanzan y retroceden, son planes para el pasado, una forma de saber qué sucedió y se conozca quiénes fueron los culpables de su desgracia.

Desea acabar con el enmudecimiento al que desde niña le ha obligado su clase social. Pero hay algo que ella no sabe o no se atreve a decir, como si sus palabras fueran el prólogo de unas verdaderas confesiones y el reconocimiento de una liberación imposible

 

En la línea de escaparates iluminados y sucesivos, una mujer que pasa, un reflejo, guantes, bolso, abrigo, la cabeza alta, soy ella. Oigo pasos y son mis pasos, mis tacones altos, me detengo, cierro los ojos, avanzo a ciegas sin correr peligro, la calle está vacía. El viento es cortante, cuando empiece a amanecer hará aún más frío, deseo decir a voces ven, abrásame con tus manos heladas, despiértame de una vez. Soy yo esta, que avanza o retrocede, y es igual porque no va en ninguna dirección.

 


Fernando Sánchez Pintado
Fernando Sánchez Pintado

Fernando Sánchez Pintado (Madrid, 1950), licenciado en filosofía, es escritor y editor. Ha publicado las novelas Un tren puede ocultar a otro (Endimión, 2004), favorablemente acogida por la crítica por su «carácter reflexivo y su prosa envolvente que no da nada por definitivamente zanjado» (F. Solano); Contrariar al zurdo (Barataria, 2006), «una novela de carreteras secundarias, dialogada y concéntrica en las obsesiones de sus personajes» (A. Cabo); Performance (Barataria, 2010), un relato mordaz sobre «el ansia de poder, y la inanidad de las instituciones culturales que crecen a su sombra» (V. Claudín); y La última vez que veremos el mar (Pasos Perdidos, 2015), una narración en la que regresan el pasado y el amor que se creían olvidados, y la imposibilidad de borrar la culpa. 


Notas de prensa
La Razón - 22/06/2018
No tienes la culpa de ser una víctima
Por Ángeles López

Esta es la historia de una víctima o, para ser más precisos, la narración de una mujer que ha sufrido humillaciones e iniquidades. Una voz femenina que mantiene un diálogo con su propio yo para escucharse, reconocerse... contarse y desencontrarse para lograr escapar de lo vivido. El diálogo interno de una víctima que anhela una nueva oportunidad, que desea actuar como verdugo, que se arrepiente de sus propios pensamientos, se rebela, se duele, pero no puede desabrocharse del pasado. Una mujer que ha perdido lo único que amó aunque, en realidad, ¿lo tuvo alguna vez?

El título, tomado de un poema de Miguel d'Ors, como cualquier oxímoron, emplea dos conceptos opuestos para expresar una idea distinta que los sobrepasa pero sin cuya negación interna no se podría explicar el presente libro en el que su protagonista intenta hacer, rehacer y restañar su pasado. Un personaje que avanza como el pájaro borgiano volando con la vista hacia atrás, no por placer, sino para intentar comprender su pasado y en la confianza de que su futuro será distinto. No por ser víctima se tiene un comportamiento digno o, dicho de manera más general, el dolor no nos ennoblece. Tiene razón el autor tanto en lo primero como en lo segundo. El problema que mejor sobrevuela sobre este texto es el de la «no culpabilidad»: una mujer violada no es culpable aunque lo sienta; un niño maltratado no es malhechor aunque lo crea; un emigrante no es delincuente aunque se ocupen de repetírselo...

Con un ojo puesto en el microscopio y otro en el telescopio, Fernando Sánchez Pintado retrata una situación que se convierte en un problema extensivo a muchas situaciones vitales. Una historia llena de autopsias sobre el dolor y la restauración interior. Fábula sin ninguna moraleja que se lee con ojos arrasados en lágrimas.

Castilla La Mancha Media - 12/06/2018
Entrevista a Fernando Sánchez Pintado en La Colmena
Por

Entrevista a Fernando Sánchez Pintado en La Colmena de Castilla La Mancha Media. Pulse aquí

Gestiona Radio - 30/05/2018
Entrevista a Fernando Sánchez Pintado en Gestiona Radio
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Entrevista a Fernando Sánchez Pintado en Gestiona Radio. Para escucharla pulse aquí

TodoLiteratura - 24/04/2018
Fernando Sánchez Pintado publica "Planes para el pasado"
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Una mujer humillada que a veces desea la venganza y otras espera el olvido, que se rebela y luego renuncia. Una mujer que ha perdido lo único que amó y piensa que, en realidad, nunca lo tuvo. Escribe diarios de su pasado, avanzan y retroceden, son planes para el pasado, una forma de saber qué sucedió y se conozca quiénes fueron los culpables de su desgracia.

Desea acabar con el enmudecimiento al que desde niña le ha obligado su clase social. Pero hay algo que ella no sabe o no se atreve a decir, como si sus palabras fueran el prólogo de unas verdaderas confesiones y el reconocimiento de una liberación imposible.

En la línea de escaparates iluminados y sucesivos, una mujer que pasa, un reflejo, guantes, bolso, abrigo, la cabeza alta, soy ella. Oigo pasos y son mis pasos, mis tacones altos, me detengo, cierro los ojos, avanzo a ciegas sin correr peligro, la calle está vacía. El viento es cortante, cuando empiece a amanecer hará aún más frío, deseo decir a voces ven, abrásame con tus manos heladas, despiértame de una vez. Soy yo esta, que avanza o retrocede, y es igual porque no va en ninguna dirección.

Fernando Sánchez Pintado (Madrid, 1950), licenciado en filosofía, es escritor y editor. Ha publicado las novelas Un tren puede ocultar a otro (Endimión, 2004), favorablemente acogida por la crítica por su «carácter reflexivo y su prosa envolvente que no da nada por definitivamente zanjado» (F. Solano); Contrariar al zurdo (Barataria, 2006), «una novela de carreteras secundarias, dialogada y concéntrica en las obsesiones de sus personajes» (A. Cabo); Performance (Barataria, 2010), un relato mordaz sobre «el ansia de poder, y la inanidad de las instituciones culturales que crecen a su sombra» (V. Claudín); y La última vez que veremos el mar (Pasos Perdidos, 2015), una narración en la que regresan el pasado y el amor que se creían olvidados, y la imposibilidad de borrar la culpa.

Capital Radio - 20/04/2018
Entrevista a Fernando Sánchez Pintado
Por David Felipe Arranz

David Felipe Arranz entrevista a Fernando Sánchez Pintado, para escuchar pinche aquí

 
 

 

- 08/04/2018
Entrevista a Fernando Sánchez Pintado
Por Ingenio de comunicación

«Es la historia de una víctima, o para ser más preciso, de una mujer que ha sufrido humillaciones y abusos por ser mujer, pero va más allá del relato de sus sufrimientos.»

«No por ser víctima se tiene un comportamiento digno, o dicho de manera más general, por sí mismo el dolor no nos ennoblece.»

Planes para el pasado… Suena a máquina del tiempo, a «tiene un esplendoroso futuro a sus espaldas».

Puede dar la impresión de que un título como Planes para el pasado pretende ser original. Pero no lo soy, está tomado de un poema de Miguel D´Ors, con el que se abre la novela. Tal vez resulte chocante, porque, como cualquier oxímoron, emplea dos conceptos opuestos para, de esa manera, expresar una idea distinta que los sobrepasa, y que no se podría mostrar sin recurrir a esa negación de la lógica.

Es también, como dices, la máquina del tiempo de los hombres: hacer y rehacer nuestro pasado, buscar en él lo que somos y queremos ser. El personaje de la novela avanza con la vista hacia atrás, hace planes para aceptar o, al menos, entender su pasado, y así cree que su futuro será distinto.

Una novela en primera persona, protagonizada y narrada por una mujer. Entiendo que no había otra manera de contarlo…

Hay muy distintas maneras de escribir una novela, pero, desde las primeras ideas que fueron dando forma a la historia que quería contar, vi con claridad que era una novela en primera persona, que era el diálogo de una mujer consigo misma. No quería que fuera un monólogo en sentido estricto. Todo sucede en sus pensamientos lo que, desde el punto de vista literario, presenta dificultades para hacer que la narración sea, sin embargo, objetiva y fácil de seguir. No sé si ese es un hallazgo de la novela, pero he creído que era la forma adecuada para conjugar la voz íntima de una mujer y sus reflexiones distantes, frías, acerca de lo que siente, como un ir y venir que refleja la tensión en que vive. De la misma manera que los planes que hace y los diarios de su pasado que escribe son inseparables, un medio para escapar del silencio al que la obligaron. Una rebelión lúcida contra la sumisión, aunque los finales en el mundo real y en el novelesco no son siempre felices.

¿Dirías que es la historia de una víctima?

Sin duda es la historia de una víctima, o para ser más preciso, de una mujer que ha sufrido humillaciones y abusos por ser mujer, pero va más allá del relato de sus sufrimientos. Es aún más doloroso ver en qué la han convertido, porque las víctimas, en muchas ocasiones, se creen culpables. Como dice la protagonista de la novela, «la línea entre no ser culpable y hacerse culpable es tan débil que se puede estar en ambos lados a la vez».

La culpa planea en toda la novela y hace de la narradora una víctima que tampoco es inocente, que desea vengarse y termina aceptando que lo mejor es el olvido. Es el lector –porque ella no puede hacerlo– quien tiene que separar de sus palabras lo que es verdad y por qué no se atreve a llegar hasta el final.

Es la vida de una mujer, tu protagonista, pero ¿hay también algo de retrato generacional, de un tipo de mujer que tiende a desaparecer?

En efecto, tiene mucho de retrato de una generación, y también de una clase social. Volviendo a la pregunta anterior, podríamos decir que no por ser víctima se tiene un comportamiento digno, o dicho de manera más general, que por sí mismo el dolor no nos ennoblece. Evidentemente, no me refiero a la injusticia y el sufrimiento que ha padecido la víctima, que nos hace sentirnos próximos y plenamente solidarios con ella. Planes para el pasado es el relato de esta contradicción, de la forma en que la narradora no puede separarse de su pasado y empezar una nueva vida, vuelve una y otra vez a los acontecimientos que la dañaron profundamente, y sigue encerrada en ellos. No hay que ser freudiano para saber que la palabra libera y es el primer paso para estar en paz con uno mismo. Pero ¿qué ocurre cuando la confesión queda truncada? Y no sólo por razones psicológicas, sino porque responde al modelo de la burguesía (más que acomodada) en la que la protagonista de la novela ha nacido y vive. No puede o no quiere romper con esa forma de vida, y su relato, cuando está diciendo la verdad de la mentira en que ha vivido, es otra forma de perpetuarla.

En cuanto a que este «tipo de mujer» tiende a desaparecer, creo y espero que sea así, pero con las limitaciones a las que me acabo de referir. Aunque hoy las diferencias de clase social se han difuminado en apariencia, siguen siendo imprescindibles para entender el comportamiento social, es decir, existen y gozan de buena salud. Entiéndase en términos generales, porque las respuestas de cada persona no están determinadas y en la sociedad abierta pueden romper, y están rompiendo, los límites.

¿Qué riesgo asume, si alguno, un autor varón que escribe a través de una mujer?

En Planes para el pasado tuve la evidencia de que la narradora era una mujer, o aún más, la voz de una mujer. No podía escribir la novela de otra manera. Así que me preocupó y me ocupó más el dar forma a la narración en primera persona que el hecho de que fuera una mujer. Digamos que el personaje, varón o mujer, es quien dicta lo que se escribe. En fin, tómalo como una metáfora. Al final, creo que la voz y el personaje no están impostados, ni responden a lo que «es» una mujer desde la visión masculina, más bien espero que los varones no se sientan molestos por lo que la narradora dice de ellos.

¿Hay un cálculo detrás de la novela? ¿Un deseo de ir a buscar a esas mujeres queleen más que los hombres? ¿O es una historia entre otras posibles?

No hay ni cálculo ni pretensión de buscar lectoras. Es cierto que leen más que los hombres, un índice de cómo va cambiando nuestra sociedad. Pero lo que me interesaba era la historia misma, que tenía que ser la de una mujer. Y ser contada por ella. No había otra posibilidad.

En La última vez que veremos el mar, conocimos a Horacio, tan poderoso como solitario, marcado por la ausencia de Teresa. Ahora es una mujer la que cuenta su relación. Pero, seguimos hablando de sentimientos, satisfechos o traicionados.

Hay una cierta relación entre ambos personajes, pero, a mi modo de ver, no tan directa como planteas. En primer lugar, porque la estructura y el estilo son muy distintos y eso determina el contenido narrativo. Planes para el pasado es mucho más arriesgada y rica, en el sentido de que trasciende lo que se suele llamar el argumento. Lo que tienen en común es que en estas dos novelas la reflexión y la introspección van unidas, no se limitan a los sentimientos (más traicionados que satisfechos). Están muy lejos de una novela intimista.

También de relaciones de poder…

En efecto, en ambas es un elemento esencial. En Planes para el pasado, las relaciones de poder se muestran de manera indirecta, centradas en la vida privada; sin embargo, están más presentes y son más opresivas. Creo que por una razón muy sencilla: el punto de vista narrativo es el de quien está sometido al poder o, como decíamos antes, de la víctima. Las relaciones de poder son tan constitutivas de nuestra vida, en todos los sentidos en que se entienda este término, que no podría escribir sin que formaran parte de lo quiero contar.

Vuelves a un tema ya abordado: el de la distancia que nos separa de los otros…

Supongo que no hay forma de escapar de las propias obsesiones… También porque reflejar la vida actual es enfrentarse a esta distancia, como si nuestra condición de individuos y seres únicos nos hiciera sentir que hemos perdido algo o, al menos, nos aleja de nuestros semejantes. En Planes para el pasado, es tal la distancia que la propia narradora está también separada de ella misma. Algo terrible que ocurre mucho más a menudo de lo que queremos ver.

No es fácil el camino del novelista. ¿Qué te hace perseverar?

Tienes toda la razón. No creo que haya un solo novelista que diga que es un camino fácil. Escribir tiene un componente de sufrimiento, porque las palabras nunca llegan a expresar lo que se quiere decir. Se acaba una novela y se empieza otra y te dices, en palabras de Beckett, «fracasa otra vez, fracasa mejor». Poco más puedo añadir sin repetir que cada uno tiene sus obsesiones. Para mí esta es muy satisfactoria.

Perteneces, además, al reducido grupo de los editores que escriben, y al aún más reducido de los que se publican a sí mismos. ¿Juegas con ventaja?

Nunca pensé que acabaría ocurriéndome esto, pero, una vez que me he encontrado en esta doble posición, no me ha quedado más remedio que aceptarlo. Tiene sus ventajas, por ejemplo, el placer de decidir todos los aspectos de la obra, desde la imagen de la cubierta hasta las erratas que, inevitablemente, hay siempre en cualquier edición, aunque entonces no pueda echar la culpa al editor. Como ves, no niego que existan.

 

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